El control sobre las riquezas del mundo requiere el de la vida que las produce, distribuye y consume; y el control de la vida requiere el del agua. La privatización de ambas significa que caerán bajo el control del 1% de la población adulta mundial que en la actualidad posee más del 45% de la riqueza del mundo. Casi no hay poder que no haya intentado apropiarse del preciado líquido.
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